“Tú serás Gobernador… que no te quepa la menor duda”….

Cada vez que el robusto gobernador visitaba Tuxpan, era hospedado en la suite presidencial del Hotel Isla Tajín, cuyo primer dueño fue “levantado” y hasta la fecha nada se sabe de él.
Almohada con plumas de ganso, colchones importados de Estados Unidos, alberca-chapoteadero privado, finos acabados en todo: mármol de carrara, muebles traídos de Europa, toallas más caras que las que le detectaron a Vicente Fox y a Marta Sahagún, manijas de lavabos y regaderas chapadas en oro, pantalla gigante, reproductor de Blue Ray, sistema de sonido BOSE, tapetes árabes, enseres por cortesía del hotel: pantuflas, batas de baño, finas lociones, etc.
“Es lavado de dinero”, “fue construido con lana del narco”, “fue edificado con todos los ´moches´ de gestión de obra pública de casi todos los municipios del norte del estado, en complicidad con los dueños del periódico más influyente de la región…”. Esas y otras tantas historias se tejían en torno al fastuoso hostal.
Aparte de las cuatro o cinco suites presidenciales, estaban las otras suites, también con alberca privada, casi las mismas comodidades, pero en espacios no tan amplios.
Amplia área jardinada, con cícadas y palmas de Asia, tulipanes holandeses, rosas de Castilla, jazmines que perfumaban las noches de luna llena… Dos mega albercas, una que daba hacia al mar, y la otra, con vista a la laguna de Tampamachoco. Ambas apenas separadas por escasos 100 metros. Casi el paraíso.
En la laguna atracaban ostentosos catamaranes, ya equipados con enormes hieleras, y en ellas, cervezas importadas, ron, whisky, tequila, vodka, botanas, quesos, carnes frías… para recorrer el Río Tuxpan en un bello atardecer.
Al otro extremo, un enorme restaurante-palapa, con los pescados y mariscos más exquisitos de la región. Los mejores vinos.
Cada mes, o cada tres semanas, el gordito se iba a desestresar. De vez en cuando llevaba a la esposa y a los hijos, pero con frecuencia le gustaba ir solo, con muy pocos guaruras.
El diligente alcalde, ya con unos tequilas entre pecho y espalda, le daba masajes en los pies, en los hombros… Era la amistad en su más íntima expresión, al estilo griego, casi como de novela… de Las memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar.
Casi como en La Casa que arde noche de Ricardo Garibay, adentro de la Suite Presidencial, los cuerpos ardían, fogosos, ansiosos, como si no hubiera un mañana para amar.
Pero según ellos, sí había un mañana, un “futuro promisorio”…
Y al final, ya exhaustos, sudorosos, se escucharon “Las palabras mayores”, como de la novela de Luis Spota: “tú serás gobernador… que no te quepa la menor duda”. Entonces su rostro se transfiguró, con una felicidad que nunca había experimentado. Casi se esponjó como un pavorreal; no, pavorreal es poco, se pavoneó casi como un Cisne…
ESTA HISTORIA CONTINUARÁ…
(Esto, como diría el Pelón Salinas, es Política Ficción; cualquier semejanza con la realidad es una mera coincidencia).