¿Un monumento a Trump?

Hay políticos que al desprenderse de sus ambiciones pasan a la historia, y otros que se empeñan en hacer historia como corolario de sus ambiciones. Desde su postulación como candidato, Donald Trump embistió con inusitada agresión a México. A la fecha no hay hipótesis que explique el enigma de su permanente animadversión y sus arrebatos cargados de ofensas y bravatas. Inicialmente, con cierta candidez creímos que la actitud de rechazo pasaría a segundo plano para construir una base de convivencia armónica con su vecino del sur.

Donald Trump lleva un año y 137 días en el cargo y no se ven condiciones ni fechas para una visita del presidente de México a Washington, libre de hostilidades. Esta tensión no tiene visos de resolverse en el corto plazo.

En el último siglo, Estados Unidos han consolidado su economía con un arsenal de armas de persuasión, una de ellas el bloqueo comercial acompañado de intensas campañas de desprestigio internacional que ha aplicado a países adversarios o enemigos declarados.

Y en los tiempos de paz de la historia reciente, no ha habido actos de hostilidad personal, económica, comercial, diplomática y política tan reiterados e infundados como los que le gusta protagonizar al presidente de los Estados Unidos.

Su presencia en el escenario internacional es disruptiva, atávica y dispuesta a la confrontación como punto de partida de una nueva construcción de acuerdos y compromisos, donde su visión no solo sea dominante sino excluyente.

A sus aliados de guerra los ofende y les recrimina los costos de la OTAN, a sus proveedores de petróleo les genera inestabilidad política, a los viejos adversarios les extiende la mano y mientras los critica les impone medidas comerciales hostiles.

Desde la crisis de los misiles cubanos, no se encendían las alertas nucleares al nivel que llevó la escaramuza infructuosa con Corea del Norte.

Hoy la imagen internacional de Estados Unidos no es la que imperó como la tierra de los libres y el hogar de los bravos, el país de puertas abiertas a quienes tengan la ambición positiva de progresar en libertad. Hoy los asuntos internos empañan ese ideal con actos de xenofobia racial y religiosa, así como con las muertes colectivas a manos de ciudadanos blancos empoderados por un arma de fuego que se vende dentro y fuera de su país sin restricción, y como política de Estado.

En su lista de rechazados, además de Siria, Rusia, China y Canadá, y otros, Estados Unidos impuso a México aranceles a la importación de acero por 25% y aluminio por 10%, lo que necesariamente ha obligado a nuestro gobierno a tomar represalias recíprocas en otros productos. Este gesto hostil, probablemente le dará un buen pretexto a Trump para huir de la participación en el TLCAN e imponer sus acuerdos bilaterales.

Las consecuencias económicas del proteccionismo comercial son un espejismo y los beneficios artificiales tienen mayores costos reales.

En parte, estas medidas se pueden explicar por la ambición presidencial de apoyar a sus candidatos en las elecciones internas de diversos estados de la Unión Americana.

Por parte del gobierno mexicano, la respuesta ha sido inteligente para diseñar la lista de productos con tiros de precisión para que los efectos de las restricciones de nuestras importaciones se perciban en el bolsillo de los votantes de los estados a los que Trump intenta beneficiar.

Queda abierta la incógnita de si los que ayer votaron por él estarían dispuestos a erigir un monumento en su honor. Aunque no dudemos, con la modestia que lo caracteriza, ya tenga listos los bocetos de su monumento en su casa de Mar-a-Lago.

Rúbrica. “insulting and unacceptable” (insultante e inaceptable) ¿Justin Trudeau le reconocerá los derechos de autor de esa frase a Ricardo Anaya?

Político, escritor y periodista. @AlemanVelascoM
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(El Universal/06 de junio, 2018)