UV: el gallo del gobernador

Era otoño en el ya lejano año de gracia de 1996, anochecía, llovía a cántaros, un jinete solitario cabalgaba, y todo eso. La Universidad Veracruzana se preparaba para ser “autónoma” como efecto derivado de una política nacional dirigida a homogeneizar las relaciones formales entre el gobierno y las universidades públicas. En palacio, a toda prisa, las reformas a la Ley Orgánica y la Ley de Autonomía eran cocinadas para ser aprobadas por el congreso local, todo bajo la siempre visionaria atención y cuidado meticuloso del hoy gobernador Miguel Yunes, a la sazón secretario de Gobierno, quien desde aquel entonces ya solía inmiscuirse en todo lo que se pudiera y en parte de lo que no.

Tal autonomía era una concesión gratuita del gobierno estatal y federal, y no el triunfo de alguna movilización particular o de un reclamo al respecto por parte de la comunidad universitaria. No obstante, en el invierno de 1997 esa comunidad ya “celebraba” la gracia concedida, al tiempo que en palacio también se sazonaba la integración de la primera Junta de Gobierno, mecanismo mediante el cual se habría de elegir en lo sucesivo al rector o rectora. Vale la pena recordar aquí que ese grupo de notables, a su vez, habría de ser constituido a partir de 3 ternas, 3 propuestas cada una por: a) el ejecutivo del estado, b) por el rector de la universidad, y c) por el Congreso local. Pero como el rector en aquel momento era empleado directo del gobernador, y como la mayoría priísta y la minoría no priísta en el congreso eran empleados indirectos del mismo mandatario, en los hechos resultaba que el ejecutivo estaba facultado para proponer a las mencionadas 3 ternas 3. Además, como don Patricio Chirinos andaba muy ocupado en otras cosas que hoy sería ocioso recordar, y como su secretario de Gobierno se inmiscuía en todo lo que se podía y en parte de lo que no, resultó que aquel secretario –hoy hecho gobernador– fue quien palomeó a los primeros 9 integrantes 9 de la supradicha junta de gobierno.

No es ocioso recordar a esos originales 9 notables 9: Julio Rubio Oca, José Luis Melgarejo Vivanco, Ragueb Chaín Revuelta, Enrique González Deschamps, Axel Didriksson Takayanagui, Luis Arturo Ramos Zamudio, Rafael Velasco Fernández, Carlos Pallán Figueroa y Miguel José Yacamán. Y no es ocioso recordar esto porque uno de esos notables –hace 20 años prohijado como miembro de la Junta por el actual gobernador– hoy aspira a suceder a la muy excelentísima Doctora Doña Sara Deifilia Ladrón de Guevara González, Santa Patrona de nuestra universidad, en esa altísima responsabilidad que consiste nada más ni nada menos que en coordinar los esfuerzos de nuestra máxima casa de estudios para transitar por los difíciles y transversales senderos del arte, la ciencia y la luz.

Ayer, en rueda de prensa, un reportero preguntó al aspirante si se siente el gallo del gobernador; y el gallo respondió que no se siente su gallo pero que sí es su amigo, del gobernador. Aunque después el subconsciente lo traicionó; cuando le presentaron el tema de la edad como requisito para aspirar a la rectoría contestó molesto: “Cuando yo tome posesión en septiembre tendré 64 años.” De esta afirmación puede inferirse con validez lógica que sí se siente el gallo –además del amiguis– de alguien influyente, de alguien tan poderoso como para presionar o intentar presionar a los 9 notables, de forma tal que ese ya más que sexagenario gallo efectivamente “tome posesión en septiembre.” ¿Quién será ese poderoso y apoyador caballero? Yo no sé ustedes, pero yo sospecharía del gobernador.

Aunque el problema no es tanto lo que diga o sienta el gallo aspirante, sino lo que piense y haga el señor gobernador, poderoso amigo del aspirante gallo. Nadie puede dar consejos a tan poderoso caballero como el señor gobernador, amigo del gallo-aspirante-amigo. Sólo puede sugerírsele que modere esa tendencia a inmiscuirse en todo lo que pueda y en parte de lo que no. Eso sí, sugerírselo muy respetuosamente, por supuesto; entre otras cosillas porque meter las manos por cualquier amigo-aspirante-gallo en el proceso sucesorio de la UV puede traerle negativas consecuencias político-electorales, que son su prioridad, o por lo menos eso creo. Y eso también lo sabe y lo cree el poderoso caballero.

Más aún, inmiscuirse en la sucesión en la rectoría de la UV podría escalar y trascender al plano nacional, afectando con ello no sólo al partido azul y amarillo en su alianza veracruzana, sino también a su candidato presidencial el año próximo. Pero como el gobernador es prudente, inteligente y respetuoso de esa autonomía que él mismo engendró, tan pronto lea estas líneas retirará el apoyo –real o imaginario– que hasta hoy haya brindado a su amigo-aspirante-gallo. Ragueb Chaín creo que se llamaba.

Falta indagar qué hará, y también qué debería hacer, la Junta de Gobierno. Pero eso será tema de la próxima entrega. (LA JORNADA / JAIME FISHER / 01.08.2017)