“¡Viva Cuitláhuac García!”, el Pejelagarto

¡Entre el autoritarismo y la dictablanda!

Ciudad de México, Mex.- En política hay un viejo dicho que sentencia que el jefe es quien manda y si se equivoca ¡Vuelve a mandar!

Ello aplica a Andrés Manuel López Obrador, que sabe -bien lo sabe- que se equivocó en Veracruz con su gobernante, con su “Juanito”, pero equivocado y todo: “¡Por mis güevos se queda!”.

“Cuitláhuac es honesto e inteligente… ¡Viva Cuitláhuac García!”, nos restriega el pejelagarto sin incluir la eficiencia, las condolencias por la masacre, la inseguridad y el repudio al novel gobierno, estas sí urgencias y condenas de todo un pueblo.

Hoy, mientras Minatitlán sepulta a sus muertos, entre ellos un bebé de un año, masacrados por el crimen organizado, el presidente insiste en insospechados talentos del gobernador, un bueno para nada, como si ello fuera bálsamo social para atemperar la irritación ciudadana.

Acusa de paso a los periodistas –a los “fifi”, que no a la prensa “chaira”- del descredito que carga cual pesada loza su atarantado gobernante, ignorando que los medios de comunicación, a la par de las redes sociales, son la caja de resonancia del sentir de la ciudadanía.

Así, en esa dinámica oficial, nuestra obligación tendría que ser aplaudir al mandatario estatal aunque no haga nada.

Pero además seguir poniendo los muertos sin protestar y esperar entre dos años (compromiso de Cuitláhuac o seis meses, según el apresuramiento del Peje)…

Y va de anécdota.

En alguna ocasión pregunté a don Fernando Gutiérrez Barrios por qué el presidente Gustavo Díaz Ordaz había permitido la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968; por qué permitió la masacre de estudiantes y por qué mandó al ejército a cerrar las universidades públicas.

Seco me respondió que son responsabilidades históricas de los mandatarios sustentadas en la información que dispone creyendo que así libraba a la patria de serias acechanzas.

Y recrea que a lo largo de su vida política “serví a siete presidentes de la república” había conocido estilos varios de gobernar, del populista al fino burócrata; del nacionalista al represor; del izquierdista al moderado del centro y del neoliberal al derechista “y nunca observé que mandatario alguno quisiera algo mal para su pueblo”.

“Observé además, me dijo palabras más palabras menos, lo mal asesorados que estaban y ese estar rodeado de aduladores que solo dañan”.

“Ello –describía- aunado a la ausencia de sensibilidad, a un muy bajo umbral a la tolerancia y la ausencia de capacidad de diálogo que daban al traste con la gobernabilidad”.

Gutiérrez Barrios ya desde el último tercio del siglo XX adelantaba que estaba llegando a su fin la era del poder vertical para dar paso a la pluralidad, al disenso, a la concertación… “llegó el tiempo de escuchar la voz de las minorías”, decía.

Alertó además el cuidado de llevar nuestra democracia por los caminos de la razón “no de la sinrazón y el autoritarismo”.

“No se puede destruir lo construido por generaciones completas de mexicanos. No se pueden eliminar de un plumazo las instituciones. No se puede desandar lo alcanzado y evitar caer la tentación de autoritarismo”.

Daba cuenta además de esa célebre admonición:

“Gobernar exige experiencia, serenidad y vocación; gobernar es sobre todo tener la mirada y el oído alertas, gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.

Este hombre sirvió casi medio siglo a las instituciones, de Alemán Valdés para acá. El, don Fernando, no leyó la historia contemporánea, la vivió.

Y abrevó de los grandes ideólogos.

Siempre citaba a Reyes Heroles, aunque éste no lo quería. El opositor Manuel Marcue Pardiñas lo detestaba, pero Fidel Castro fue uno de sus grandes amigos. También lo fue Héctor J. Campora, aunque Rosario Ibarra siempre lo tachó de represor, no así Octavio Paz y su primera esposa, la escritora Elena Garro, la llamada “escritora maldita”, amigos personales del llamado “Hombre Leyenda”.

Fue este hombre leyenda quien avizoró el fracaso de Vicente Fox, debido a su impreparación política y, en contrasentido, siempre reconoció el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, no así el de Porfirio Muñoz Ledo quien se movía entre partidos e ideologías a conveniencia.

“No hay mayor privilegio para hombre alguno que gobernar”, decía lamentando haber estado dos años al frente del gobierno de Veracruz ya que regresaría a la ciudad de México a cumplir la encomienda presidencial de ir a la Secretaría de Gobernación.

“Por más de 40 años fui esclavo de la red –el llamado teléfono rojo privilegio del primer círculo de poder-; siempre atado a una línea, a un mandato, a la orden del presidente de la república las 24 horas de 365 días”, decía evocando que cuando estaba a la cabeza de la gubernatura “yo era dueño de mi tiempo”.

A don Fernando gustaban las reflexiones del escritor y crítico francés, Charles Boudelaire, quien sostenía que  “El más irreprochable de los vicios es hacer el mal por necedad” y esa que no tiene desperdicio: “Despiadada dictadura la de la opinión en las sociedades democráticas”.

Hoy que se viven tiempo de confusión y apetitos autoritarios bien vale la pena recordar las enseñanzas de los viejos –no del que nos gobierna que es un viejo necio- como lo hizo Reyes Heroles, quien sostenía que el periodismo es uno de los mejores instrumentos de enseñanza y de la cultura “órgano fundador de la opinión pública: espejo de las naciones y de las épocas. Valioso sistema de control de las democracias e índice acusador de las dictaduras”.

En el marco de ese legado se podría concluir que para gobernar no hay que tomar los ejemplos de Maduro, Chávez o Fidel.

Hay que aprender de Rafael Martínez de la Torre, destacado jurista; del general Manuel Alberto Ferrer, quien combatió a los invasores; de Manuel Gutiérrez Zamora, ejemplo de lealtad; de Sánchez Oropeza, héroe de la Batalla de Camarón; de Úrsulo Galván, líder campesino y luchador social, y del Constituyente Heriberto Jara quien no concebía la “libertad política si no estaba asegurada antes la libertad económica”.

Ello por citar a un puñado de veracruzanos, estos sí, patriotas, no patrioteros… ¡Como otros!
Tiempo al tiempo. 

*Premio Nacional de Periodismo