WÍNCKLER, DEFENESTRADO DE LA FGE; CASO CERRADO

Si bien las Fiscalías de la República y las de los Estados, gozan de una incipiente autonomía, hay que recordar que históricamente formaron parte del Poder Ejecutivo y ante las nuevas tendencias legitimadoras de las instituciones encargadas de atender a los grupos sociales demandantes de Justicia, han pasado a formar parte de nuevas estructuras del Poder Público. En una imparcial evaluación, se puede afirmar que no han resultado eficaces para cumplir con su principal tarea, consistente en la investigación de los delitos, persecución de los delincuentes y ejercicio de la Acción penal, solicitando al juzgador la individualización de la Pena correspondiente.

Lo que nunca se previó fue un distanciamiento, que por ignorancia, prepotencia o mala fe, podría volverse irreconciliable y los problemas entre Fiscales y Titulares de los Poderes Ejecutivos, llegaran a una verdadera confrontación, acompañada de acusaciones de incumplimiento de sus deberes legales, inherentes a sus respectivos cargos, donde el único perdedor ha sido el pueblo veracruzano, ante la necedad por continuar en el cargo del ex Fiscal Jorge Wínckler.

El respaldo de los cuerpos de Policía uniformada al Fiscal, que en el caso de nuestra entidad sería de la Secretaría de Seguridad Pública, resulta necesario y fundamental para cumplir las funciones Ministeriales, de lo contrario la fuerza de la Fiscalía, sería similar a la fuerza del “agua mineral” abierta un mes antes. De manera que cuando no existe o se termina la relación de co-existencia política o impera la desconfianza, más vale “una graciosa huida” que la entrega apasionada, acompañada de un suicidio político.

Las viudas de Wínckler, hoy hacen lo mismo que las “viudas ricas, lloran por un lado y repican por otro”. Por eso vemos en la confrontación de los militantes del PAN, a propósito de la elección de sus dirigentes, que quienes le lloran al ex-Fiscal, con una mano enjugan su pena y con la otra repican las campanas, en espera de que alguien las despose. Lo cierto es que falta llamar a cuentas por las tropelías cometidas por sus colaboradores.

El hombre político debe saber distinguir las diferencias entre pródigo y tacaño, dadivoso o rapaz, cruel o clemente, traidor o leal, humano o soberbio, duro o débil. Maquiavelo decía, que en ejercicio del Poder, el político debe elegir las mejores cualidades, para evitar la vergüenza de salir defenestrado del cargo, como sucedió al Dr. Jorge Winckler.