Ya no te rías, Javier

Sí, aunque ahora poseas motivos de sobra, no te rías, Javier. Tienes razón, te pusieron como fiscales a puro “bat de aluminio” para tu primera audiencia en México; te aventaron “vochos” en lugar de “Ferraris”; sí, “no contaban con tu astucia”, y de esa manera, te regodeaste preguntando como jurado a tesista que plagió su trabajo de Wikipedia.

De los siete delitos imputados a Javier Duarte, cinco estatales y dos federales, sólo “delincuencia organizada” es catalogado como “grave”, y ése, literalmente, después de lo mostrado el pasado martes, la PGR lo sostiene con alfileres. Sí, lo sé, pero insisto, no te rías, Javier.

Tal como lo adelanté en varios noticiarios nacionales, la estrategia del equipo jurídico de Duarte se concentraba en un sólo punto: debilitar o adelgazar el señalamiento de ser “delincuente organizado”. Los abogados de Javier son tan “perros” como él para alegar, y aunque se antoje muy complicado, lo están intentando.

Según me adelantan, el próximo sábado 22, cuando se lleve a cabo la segunda audiencia del cordobés, el Juez habrá de vincularlo a proceso y enviarlo a un penal cercano a la Ciudad de México, suena mucho el de Morelos, en Atlacholoaya, o en un segundo término, con menor probabilidad, pero también como opción, al de los “presos famosos”, al “merito” Altiplano. Eso sí, seguro irá a la cárcel y no a su casa… por eso insisto, no te rías, Javier.

Duarte no podrá escaparse cuando menos de dos años en una prisión federal, el plazo máximo que permite la medida cautelar para que el Juez diga, de acuerdo a las pruebas existentes, si “el Javier” es “malo o bueno”, pues ante la opinión pública veracruzana, aunque lo bañaran en pureza, el de Córdoba es más culpable que el mismísimo “ángel caído”, sin exagerar.

No te rías, Javier, aunque te hayan concedido un amparo para no ser aprehendido, de manera temporal, por las acusaciones de la Fiscalía en Veracruz. Esa misma Juez que benefició en su momento a los Abarca y al Z-40, hoy te protege por el “largo colmillo” de tus abogados. Sabemos que te ríes, y que en el fondo es por haber ganado una batalla (más no la guerra) a tu acérrimo enemigo, Miguel Yunes Linares. Te ríes justamente de esos señalamientos, que en su momento, calificaste de “vagos, imprecisos y ligeros”.

Me comentan mis amigos que Duarte recibió su primera visita en el reclusorio y no fue su esposa o algún amigo, sino el psiquiatra, mismo que revisó su suministro de antidepresivos y ansiolíticos. Tal como lo revelé en columnas anteriores, el de Veracruz, mientras estaba en la prisión de Guatemala, tuvo que doblar sus dosis para soportar los nocturnos episodios de ansiedad.

Cierto es que Javier Duarte, estando aún en las prisiones de Guatemala y ahora en México, tiene más que suficiente para mantener a su esposa, hijos y familiares de Karime Macías en alguna ciudad de Europa; le sobra también para pagar al mejor abogado de las “causas que parecen perdidas”, al que defiende a Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia. Javier es como Borge, Yarrington o Granier: un ex gobernador, presuntamente delincuente, que a pesar de estar “entambado”, tiene dinero en todos lados, quién sabe dónde.

Para el Gobierno Federal el caso de Javier Duarte no es un caso más, es el único, el más importante. En eso, Duarte no es lo mismo que Granier, Yarrington o Borge. Duarte es Duarte, el impresentable, el enemigo favorito del último año. En él y en su forma de llevar el asunto, el partido en el poder se juega parte de sus barajas hacia el 2018. El veracruzano será un nombre manoseado en las campañas. Muy complicado que el tema se le vaya de las manos a la PGR, por muchos tropezones que tenga.

Me cuentan mis contactos que en la prisión de Matamoros, en Guatemala, en esa celda donde todo México lo escuchó decir burlonamente, cuando iniciaba su extradición, la frase “cámara, acción”, ahí mismo, al avanzar la noche, en el silencio sepulcral de los pasillos, se oía que Javier Duarte intentaba tranquilizarse, repitiéndose una y otra vez, en voz “bajita”, pero audible para varios: “sólo es cuestión de aguantar unos meses más, todo está en orden, no me van a traicionar, no lo harán…”. ¿Delirio o revelación? Ahí les dejo botando el balón.

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